martes, 13 de marzo de 2012

Mientras siga.

Acababa de leer mi preámbulo cuando rompiste en trozos la carta de presentación. En tu universo el orden no existe. Son trozos de polvo que chocan, se unen y al abrirse conciben algo parecido a besos que saben a sal. La excepción se convierte en tu identidad mientras que la lluvia, como elemento que precipita, moja los párpados y se evapora. Ya sé que es muy dificil interpretarlo, pero mi silencio no es más que un grito desesperado que intenta alcanzar a tu olor. La complejidad y ambigüedad de las palabras, por su parte, un mero trámite para esconderme detrás de la cobardía.

Un infinito negro y sin horizonte se abre en mi camino y no sé que dirección escoger. Mi argumento sucumbe al tuyo y te sigo. Parece que todo va bien. No obstante, en un breve instante, pienso, reflexiono. Guiarme parece que no es lo tuyo y ser yo el guiado, una cualidad que se me ha atribuido sin ser para nada innata. A veces las sombras caen sobre tu espalda y me ciego. Me ciego hasta tal punto que los barrancos se abren a mi lado y la pared blanca de cal inunda mi visión.

La limitada paradoja sobre paradojas e hipocresías,  sin embargo, ha facilitado que todas las vocales y consonantes de nuestro vocabulario queden unidas. Tu actitud me ha abierto la mente, conozco nuevas líneas, nuevas directrices en un mundo donde hasta ahora y sin ti solo existían dogmas.

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